EL
ESPACIO DEL VIAJERO DEL TIEMPO
Parece
ser que la adolescencia es una etapa en que tanto adultos como los
propios adolescentes creen conocer todo respecto a cómo manejarla.
Los adultos optan por encontrar una frase simple y rápida para
explicar el comportamiento del adolescente asumiendo con cierta
pasividad la teoría popular del “está en la edad de la punzada”;
mientras que los propios adolescentes establecen una lucha interna
entre lo que deben hacer y lo que creen que pueden hacer y controlar
del modo en que ellos lo quieren. Nada tan falso como ambas
posturas.
Cierto
es que en la adolescencia los cambios físicos, emocionales y
fisiológicos presentan una interrelación muy estrecha.
Probablemente los más notorios y difíciles de manejar son aquellos
que tienen influencia sobre el comportamiento social y afectivo de
los jóvenes. La aparición del Súper YO, el súper ego, y el YO
todo poderoso, son uno de los múltiples conflictos entre el adulto y
el adolescente. Se trata de una lucha en que los jóvenes intentar
imponer sus razones en función de su fortaleza, de sus habilidades y
destrezas, mientras que los adultos actúan por lo que ellos creen
tener y que llaman experiencia. Es la lucha del “a mí no me va a
pasar nada malo, yo me sé cuidar” versus “No hagas esto, no
provoques lo otro, etc.”
La
realidad es que no es eso lo que se necesita en esos momentos ni lo
más deseable para ambas partes. Tratar a un adolescente conlleva
actitudes que van más allá de limitar y prohibirles innumerables
acciones. Se requiere de establecer una relación de confianza que
culmine en una sinergia, es decir, donde todos ganen.
Ya no
basta el modo imperativo del “porque lo digo yo” o el intentar
que los demás aprendan de experiencias ajenas. La adolescencia es
complicada porque en ella además de aparecer las presiones
familiares y sociales, se ponen en juego aspectos sentimentales y la
atracción por el sexo opuesto, aunado a la influencia en esos mismos
aspectos que ejerce el entorno escolar, que dicho sea de paso, ya en
sí mismo es difícil de manejar para el joven… el joven suele ser
cruel con otros jóvenes, sobre todo si se trata de tópicos como el
amor.
Bajo
estos contextos, conviene establecer tácticas que permitan hacer las
relaciones familiares y sociales más llevaderas. La primera de ellas
consistirá en otorgarle un ambiente de libertad controlada. Los
chicos suelen desear realizar algunas cosas de su propia vida, es
momento entonces de negociar con ellos. La libertad controlada
suprime el NO impositivo y autoritario por un trato flexible que
seguramente dará respuestas positivas del joven hacia el adulto. El
reto consistirá en hacer comprender al joven que en la medida en que
sus decisiones resulten buenas, el nivel de confianza en él se
incrementará, además de que eso lo llevará a tomar otras buenas
decisiones.
Otro
aspecto importante será evitar el abuso de la autoridad sobre él o
ella, evitando como respuesta de explicación el “aquí mando yo”,
“porque mientras estés en esta casa se hace lo que yo digo”…
El adolescente dará respuestas actitudinales en función de los
estímulos conductuales del adulto. Aquí mismo vale la pena
mencionar que ningún castigo deberá ser excesivo, ni condenatorio.
Ligado
a todo lo anterior, un enorme paso hacia los objetivos será el
permitirle hablar, incluso cuando no tenga la razón. Para el
adolescente es importante expresar y saber que sus opiniones son
escuchadas, y si es el caso, aceptar que tiene la razón cuando así
sea. Una postura contraria podría derivar en un silencio de ellos
cuando realmente estén necesitando nuestro apoyo. Tampoco es
aconsejable llenarlo de preguntas, cuestionarlos por cualquier motivo
y en exceso, la conversación es fundamental, pero no así el
acorralamiento a base de preguntas duras e innecesarias, mismas que
pueden derivar en una respuesta agresiva y defensiva.
Finalmente,
si nuestro argumento favorito es nuestra madurez y experiencia,
usémoslas mostrándonos pacientes con ellos. Ellos suelen sentirse
molestos por cualquier cosa (culpa de los cambios hormonales en su
cuerpo), puede mostrarse negativo a actuar sin ninguna razón. No
olvidemos que también fuimos adolescentes y pasamos los mismos
síntomas. No desesperar, ser pacientes y conversar con ellos
buscando tomar acuerdos convenientes es la mejor forma de salir
avante.
Este
artículo tendrá un sentido práctico si, y solo sí estamos claros
de que la relación con los jóvenes no implica una pérdida de
autoridad con ellos. Las reglas que establecemos ante la adolescencia
en casa y en la escuela siempre existirán, sobre todo si se trata de
reglas claras, simples y justificadas. Nuestros hijos son prestados,
la vida y su destino tarde o temprano vendrán por ellos… entonces,
disfrutemos de ellos mediante buenas relaciones sociales basadas en
el respeto y la convivencia sana.
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